jueves, 6 de agosto de 2009

TRANSFIGURACIÓN DE NUESTRO SEÑOR

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“Yo
conozco
esa maravillosa tierra…”
“…donde se refleja la
dicha de la perfecta creación…”
“Yo conozco esa maravillosa tierra:
es la pradera asoleada
con los resplandores del Tabor,
donde reina nuestra Señora tres veces Admirable
en la porción de sus hijos escogidos,
donde retribuye fielmente los dones de amor
manifestando su gloria
y regalando una fecundidad ilimitada.
¡Es mi terruño de Schoenstatt!”
(HP, 600)

“Esa maravillosa tierra” es aquel lugar que yo siento como “la cumbre de mis alegrías”. Esa misma alegría que experimentó Pedro ante la Transfiguración del Señor y que lo hizo exclamar emocionado: “Maestro, bueno es estarnos aquí, podemos hacer tres tiendas.” (Lc 9,33).

El monte Tabor constituye la imagen bíblica central del coro del “Cántico al Terruño”. La escena de la Transfiguración del Señor aparece en los Evangelios de Marcos (9,2-10), Mateo (17,1-9) y Lucas (9,28-36). “Misterio de la luz por excelencia es la Transfiguración que, según la tradición, tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo “escuchen” (cf. Lc 9,35) y se dispongan a vivir con él el momento doloroso de la pasión, a fin de llegar con él a la alegría de la resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo.”

Al igual que en el bautismo de Jesús, en la Transfiguración, se nos revela una vivencia trinitaria de Dios. Desde esta perfecta comunión trinitaria, responde Dios a la pregunta fundamental de la soledad del hombre. Creemos en un Dios que en su esencia es relación de amor entre tres personas. San Agustín lo expresa de esta forma: ”Las personas divinas son tres: la primera, que ama a la que nace de ella; la segunda, que ama a aquélla de la que nace; y la tercera, que es el mismo amor.” El padre Kentenich, al referirse a la Trinidad, la compara simbólicamente con un abrazo eterno del Padre con el Hijo y, que el beso de este abrazo, es el Espíritu Santo . Por lo tanto Dios es plenitud de vida en permanente dialogo de amor. “Si Dios significa tres personas divinas en eterna comunión entre sí, entonces hemos de concluir que también nosotros, sus hijos e hijas, estamos llamados a la comunión. Somos imagen y semejanza de la Trinidad. En virtud de esto, somos seres comunitarios. La soledad es el infierno. Nadie es una isla. Estamos rodeados de personas, de cosas y de seres por todas partes. Por causa de la santísima Trinidad, estamos invitados a mantener relaciones de comunión con todos, dando y recibiendo, construyendo todos juntos una convivencia rica, abierta, que respete las diferencias y beneficie a todos.

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